Para subir, bajar, arrastrar, meter, sacar, vaciar, llenar… no hay nada mejor que una caja. Nada de orden alfabético ni colocación por colores: todo a cascoporro se gestiona mejor. Y se recoge mucho más rápido al finalizar el día cuando ya estás que no puedes ni con tu alma y todavía te queda dar de cenar la prole e hipnotizarla para que se duerma. Con esas ruedas y una cuerda, se convierte en un arma de construcción masiva infantil y en vehículo de tracción paternal perfecto. Ya se puede pasear por la casa, la selva, el túnel oscuro con linternas, el parque con toboganes flotantes o la sabana con el León escondido… ¡Hasta hipopótamos hemos visto viajando en la caja! ¡Viva la imaginación!
Madera de pino con barniz al agua y cuatro ruedas locas.
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